viernes, enero 04, 2008

Subtextos en Postdata, de Octavio Paz

Desde una perspectiva político literaria, el año 1969 fue para México fecundo. Ese año se escribieron un gran número de textos que tuvieron a la masacre de Tlatelolco como epicentro para discutir las características del régimen político. Esa efervescencia[1] no hacía sino advertir que las propias circunstancias políticas que habían hecho posible la masacre (sobre todo en virtud de las características de la confrontación), y serían motivo de análisis constantes en las siguientes décadas. Aquel año, Octavio Paz, entonces reciente ex embajador de México en India, escribió tres textos sobre el presente mexicano, cuyo objetivo confesado era reflexionar “sobre lo que ha ocurrido en México desde que escribí El laberinto de la soledad.”[2] Con este texto, Octavio Paz participa, en los términos en que adelante discutiremos, en un amplio caudal de discusiones derivadas de la masacre de Tlatelolco y de las características del régimen y su oposición.
Estos tres textos, publicados en 1970 bajo el título de Posdata, forman parte además de una antigua tradición intelectual internacional, consistente en la realización de un diagnóstico general sobre la situación de un país, encargado a un miembro distinguido de la comunidad. Es decir, es el resultado de una conferencia como lo advertirá el prólogo.[3] En adelante, creo haber construido dos discusiones. Una, derivada de la propia argumentación de Postdata en nuestros propios términos, en algo diferentes a los que sugiere el autor. Y otra, derivada del tipo de explicaciones del texto sobre el año 1968, algunas de ellas, todavía dominantes.

Escrito después. Posdata, presentado como una prolongación de otro libro escrito veinte años antes, es una crítica a la clase política mexicana agrupada alrededor de la silla presidencial. Antes de entrar al énfasis del texto me parece justo señalar el momento que vivía el propio de Paz, su reciente desvinculación del Partido Revolucionario Institucional, como protesta a la masacre de estudiantes el 2 de octubre de 1968, tema del libro. La reacción de Paz ante la violencia gubernamental (como renuncia) es parte de Posdata, creo, en tanto que este es en parte una fundamentación sobre una decisión, o posición ya tomada, que había tenido anteriores repercusiones literarias.[4]
Junto con la advertencia hecha por el propio Paz de que Postdata es una prolongación en tanto se considerara como una nueva tentativa autocrítica,[5] las circunstancias de su escritura veinte años después, y nuestra lectura ahora, piden otras razones para pensar en aquello que una tiene de prolongación en la otra, y aquello que no. Un primer problema ocurre por la sensación (más allá de la clara alusión de su autor) derivada del criterio editorial conque estas obras nos llegan últimamente.[6] Este diseño editorial (téngase en cuenta que Postdata de publicó separado de las reediciones de El laberinto de la soledad, y en otra casa editorial) no debiera ensombrecer la lectura antropológica del primero con las preocupaciones políticas del segundo. Tampoco el encierro que propone la edición mencionada de Postdata (entre El laberinto… y la Vuelta a El laberinto…), debiera limitar la lectura del texto escrito en 1969, no tan enmarcadas en las proposiciones realizadas en 1950 y retomadas en la entrevista final. Pongo en duda ahora el esfuerzo de Paz, reforzado por un criterio de distribución que años después considera a Postdata como la célebre secuencia,[7] porque siento que suaviza las diferencias de objetivos entre un texto y el otro.
Descontemos algunas operaciones: que hay veinte años entre un texto y otro, que el prestigio del primero marca la escritura del segundo y no al revés, que se insertaron en momentos distintos que deben entenderse (lejos de nuestra lectura), etc. Para subrayar que la noción de secuencia que el propio Paz busca señalar, que, o este se propone suavizar su ruptura misma, desde la crítica intelectual, con el régimen de partido único; o se acentúa una continuidad en el pensamiento que tienda a suavizar su propia relación con el régimen. El carácter de postscriptum que liga a ambos textos oscurece a su vez, lo que luego será clave como tema, el día después de la masacre de Tlatelolco, que no sólo desafía al intelectual para que aporte su interpretación sino para que también fije su posición. Si la noción de escrito después, aunque Paz considere a este como una versión autocrítica, sugiere que este libro es una coda de aquél, su expresión pierde felicidad. En este sentido, Postdata no debe entonces considerarse coda (como agregado capilar, como balance que se hace al cabo de los años) sino ser apreciado particularmente en todas sus intenciones y presupuestos.

El parteaguas de Postdata. Las ideas de Postdata se encuentran hilvanadas en tres capítulos: “Olimpíada y Tlatelolco”, “El desarrollo y otros espejismos” y “Crítica de la pirámide”. En menos de cien páginas, con un estilo didáctico (quizá de quien habla en el extranjero: recordemos que nace de una conferencia en Austin”) y salpicado de referencias prehispánicas,[8] Paz desarrolla un panorama de los últimos años del escenario político mexicano. Esto puede entenderse interpretarse en dos sentidos, que Paz produce una descripción cabal del grado de corrupción política que arrastraban los gobiernos priístas mientras amplía las reverberancias del pasado en el presente, o que suma su voz al coro de los intelectuales que demandaban en aquellos años el fin del régimen del partido único y la democratización política.
Es posible que las dos cosas. Aunque lo segundo nos llevaría a acentuar la independencia de Postdata como crítica al régimen de partido único, ya que su escritura está detonada por la matanza de estudiantes. En este sentido queda claro que el texto no debe entenderse como resultado de la acumulación de episodios tras dos décadas, sino como texto motivado por un hecho que lo marca temáticamente, y que ha producido una ruptura en el tejido social, en la propia vida de Paz, etc. Como miembro de la elite de gobierno, y como intelectual de exposición, es poco probable que Paz no considerara darle a su reflexión el carácter de una explicación teórica de su impetuosa separación como embajador, de su propia ruptura. Tampoco es probable que no interpretara que ya no era unilateral, en Postdata reflexiones sobre cómo se considera la crítica desde el gobierno.[9] A mi juicio, esto explica que Paz realice una crítica fuerte (apenas camuflada entre pirámides, rituales antiguos y en la ilusoria continuidad entre éste y el libro escrito en 1950) sobre el tamaño de la esclerosis del esquema presidencial.
La masacre de Tlatelolco, sin ser el único tema de Postdata (aunque es mencionado con insistencia en los tres ensayos que lo componen),[10] como dije, determina la escritura del texto, como reacción. Paz asume en Postdata algo que se ha vuelto ya un lugar común de izquierda nacional: la matanza de Tlatelolco constituye una suerte de parteaguas nacional. En las palabras de Paz, “el 2 de octubre terminó el movimiento estudiantil. También terminó una época de la historia de México”.[11] Para Paz se cierra un periodo de transición, el régimen ahora o se democratiza o se vuelve una dictadura. Pero no en la dirección de una dictadura militar,[12] bandera que Paz piensa agita el gobierno mismo, sino en torno a los poderes que hoy suelen llamarse fácticos.[13]
Cualquier análisis de la tesis del parteaguas debe preguntarse porqué esta matanza estudiantil es considerada el fin de una época de México, según las palabras de Paz. Es cierto que ahora recojo, más allá de Postdata, la inclinación (por razones bastante diversas) a considerar a la masacre como tal, tras considerar que hubo otras en el periodo.[14] En este ensayo, queda claro que para Paz, la razón por la que la matanza separa dos momentos de la historia nacional, tiene que ver con la visibilidad de lo que considera la esclerosis del régimen:
La esclerosis no sólo es síntoma de vejez sino de incapaz de cambiar. El régimen mostró que no podía ni quería hacer un examen de conciencia; ahora bien, sin crítica y, sobre todo, sin autocrítica, no hay posibilidad de cambio. Esta debilidad mental y moral lo condujo a la violencia física.[15]
La crítica general de Paz, cuyo último momento es declarar a la continuidad del régimen presidencial como una antigua práctica de usurpación (e incluso señalar algunas de sus recursos narrativos, como el Museo de Antropología),[16] deriva de la noche de Tlatelolco porque los hechos de esta misma constituyen una revelación. Esta revelación, que ahora nos permitiría ver algo de nuestro presente que estaba oculto, (la historia invisible, dice Paz):
Lo que sigue es una tentativa por traducir el 2 de octubre en los términos de lo que yo creo que es la verdadera, aunque invisible, historia de México: esa tarde la historia visible desplegó, a la manera de un códice precolombino, nuestra otra historia, la invisible. La visión fue sobrecogedora porque los símbolos se volvieron transparentes.[17]
Para este momento me era útil identificar los recursos prehispánicos de El laberinto de la soledad en Postdata, como elementos de continuidad. La tesis es popular: Tlatelolco es algo más que la expresión del autoritarismo priísta, es también un acto de sacrificio ritual que viene de tiempo azteca, puesto que esta es también una de las lecturas de Paz. Es difícil pensar en esta tesis fuera del sistema de analogías con que Paz recuperó una mirada del mundo indígena en El laberinto de la soledad.[18] Pero me resisto, sobre todo si es a costa de sacrificar el espíritu político de Postdata que hemos señalado, en cuyos momentos nos hemos detenido, incluso para señalar acciones del autor (más allá de la propia ampliación de la conferencia de Austin). En todo caso, estas acciones, entre ellas su renuncia al régimen que es objeto de la crítica de Postdata, no parecen derivar de una revelación de orden precolombino.
La noche de Tlatelolco se produjo una revelación (ante los ojos de la prensa mundial) del carácter autoritario del régimen. Carácter que contrastaba con el reconocimiento que México tenía en el mundo, y que las Olimpíadas refrendaban, según Paz, como confianza a la nación. En cambio, “en el momento que el gobierno obtenía el reconocimiento internacional de cuarenta años de estabilidad política y progreso económico, una mancha de sangre disipaba el optimismo oficial y provocaba en los espíritus una duda sobre el sentido del progreso.”[19] ¿Quiénes son los espíritus que tras la mancha de sangre tendrían dudas sobre el sentido del progreso de México? ¿Los mexicanos, los extranjeros, los técnicos, los intelectuales (entre ellos el propio Paz)? Como sea, estos eran ahora, los desengañados.
En el gobierno de México, allí donde se continuaba la usurpación del Tlatoani y del español (¿la duda despejada?), quedaban los que habían dejado pasar la oportunidad de legitimarse, siquiera, oyendo o cediendo a alguna demanda estudiantil: “La actitud de los estudiantes le daba al gobierno la posibilidad de enderezar su política sin perder la cara. Hubiera bastado con oír lo que el pueblo decía a través de las peticiones juveniles (…). Se habría roto la cárcel de palabras y conceptos en que el gobierno se ha encerrado, (…). Al liberarse de su cárcel de palabras, el gobierno habría podido formar la otra cárcel, más real, que lo envuelve y paraliza: la de los negocios e intereses de los banqueros y financieros (…). El gobierno prefirió apelar, alternativamente, a la fuerza física y a la retórica revolucionario institucional.”[20]
La consideración de Paz sobre el régimen (con algunos consejos prácticos fuera de tiempo) vista bajo la revelación del códice cuyos signos serían transparentes, es entonces una justificación de la ruptura, y un sitio desde el cual hacer un llamado a un proceso de democratización, a riesgo de lo que podría comenzar a nombrarse como dictadura. Entonces, digo que debemos minimizar la lectura de continuidad entre El laberinto de la soledad y Postdata, para señalar las características específicas que producen al segundo, y que determinan en buena parte su horizonte. El horizonte, que ya dijimos, la idea de un México distinto tras la masacre, también contiene algunas preguntas en el marco de las discusiones sobre las tesis sobre del movimiento estudiantil mismo.

Tesis sobre el año de Tlatelolco. Durante mucho tiempo, y para muchas personas, fue importante saber qué había pasado exactamente en el año 1968. Y de igual manera, explicar, más allá de la propia noche de Tlatelolco, las características de la confrontación de fuerzas de aquel año, el entramado que permitió la organización estudiantil y su respaldo popular, y las posibles intrigas de palaciegas que llevaron al gobierno a semejante resolución. Para algunos aspectos de estas reconstrucciones, el texto de Octavio Paz sirvió como referente central, y ahora es la estructura para identificar aquí, cuáles son sus señalamientos que aún debemos considerar dominantes, y que quizá valga la pena desplazar.
1. El año propio en un mundo caracterizado por otras revueltas, “protestas, tumultos y motines en Praga, Chicago, París, Tokio, Belgrado, Roma, México”.[21] La introducción que Paz realiza a los sucesos en México invita pensar en un terreno de estudios fértiles en los años siguientes: los imaginarios. Para Paz, el fenómeno de las revueltas de esos años tiene grandes proporciones, pero variadas son sus causas y sus efectos. Sin embargo, sobre este punto debemos construir algunas precisiones. La primera de ella, debiera aclarar si los acontecimientos del mundo son una clave en el imaginario estudiantil o lo son desde una perspectiva de lectura, propuesta por el ensayo. Hay aquí una discusión en términos de para qué se usan estos referentes. La segunda consiste que en un efecto de esta proposición. Postdata es capaz de identificar una decena de referentes en otras ciudades del mundo para juzgar la revuelta de 1968, pero no reconoce ‘antecedentes’ en el pasado mexicano. Para Postdata, “el movimiento estudiantil inició como una querella callejera entre bandas rivales de adolescentes”.[22] Puesto así, puede reducirse el conflicto que se arrastraba en el sector educativo, y ampliarse la idea de que la rebelión latía genética en la mente juvenil. Entre estas posiciones (que retrato en sus extremos de caricatura) hay un buen número de discusiones dadas. Al volver Paz del estudiante un joven, ya no le cuesta interpretar a cabalidad sus voluntades: los jóvenes mexicanos pedían en 1968, a coro, democratización. En otras palabras, el camino que va de explicación mundial a la democratización, como veremos, conduce también a desdibujar la especificidad de las demandas estudiantiles.
2. De la querella callejera al 2 de octubre. Tiene varios efectos circunscribir el conflicto estudiantil a los hechos acontecidos desde la querella callejera del 22 de julio. Puesto así, el movimiento estudiantil es un fenómeno que dura tres meses, casi, desde la constitución misma de la organización de su Consejo Nacional de Huelga, hasta su disolución el día de la masacre. En estos términos, a los que Postdata suscribe, el conflicto estudiantil parece el resultado de una suma de simples equívocos oficiales y una extraordinaria (y por lo tanto, sospechosa) articulación estudiantil. No hay lectura que no vea en estos dos elementos explicaciones plausibles para uno que otro momento de la batalla de aquel año. Sin embargo, este acotamiento no permite ver con claridad las razones que habrían permitido el apoyo de tantas organizaciones estudiantiles del país, ni explicar el apoyo urbano. ¿Es que esta querella callejera está a sí misma, desprovista de pasado? Asombra, por otro lado, la insistencia oficial por presentar en esta querella como el punto casual (otros dicen, preparado) de inicio de tormenta.[23] Pueden verse varios desplazamientos; señalo dos. El primero es suavizar una lectura del 26 de julio, día en que el gobierno allanó oficinas y casas de miembros del partido comunista. Pero la más importante, consiste en reducir el sentido mismo de las demandas estudiantiles. No es el lugar de historizarlo, pero un efecto de la reducción a la querella consiste en disimular que los antagonistas ya se conocían, que el ejército tenía experiencia en el manejo de conflictos estudiantiles (en diferentes niveles, en varios estados del país, durante más de una década).
3. Sobre la democratización. La reducción del estudiante en joven informado de lo que sucedía en el mundo,[24] combinada con la espontánea indignación organizativa tras los golpes del 22 de julio, permite otra operación al Paz de Postdata. La espontaneidad también hizo que “sin habérselo propuesto expresamente, eran los voceros del pueblo.”[25] Hay que discutir las ideas de Paz en términos de que son visiones dominantes, y por lo tanto tienen ya efectos. Postdata propone resumir las demandas de los estudiantes en, democratización. Dejemos pasar el hecho de que la palabra democratización no figurara entre los 6 puntos del pliego petitorio estudiantil (que Paz no menciona). Obviando las demandas (junto al horizonte de sus repercusiones) no le cuesta a Paz considerar al movimiento como reformista y democrático, que como era ya un clamor civil, buscaban acabar con el régimen de excepción del partido único.[26] Adhiero al hecho de que la noción de democratización sea un buen resumen del sentido en que se agruparon grandes sectores de la población mexicana, al atender la voz crítica estudiantil. Pero recuperarse el hecho de que otros sectores sociales (rurales, periféricos y subalternos), también tenían representaciones en el conflicto, y una voz que la palabra reformista coloca expresamente a un costado. Es aquí donde no conviene hacer una lectura del movimiento estudiantil que ponga su énfasis sólo en los sectores medios mejor representados en la unam. Romper el cerco temporal de la querella estudiantil hacia atrás, presentará un panorama más amplio del carácter social del malestar universitario, que es a mi juicio, uno de los substratos del alto a la violencia y la represión que suponían los puntos del pliego petitorio. Se entiende además, con esta ampliación hacia atrás, porqué estos seis puntos demandan libertad a los presos políticos, renuncia de autoridades, desaparición de cuerpos represivos; es decir, el fin de un método. Ese método no puede expresarse ni entenderse con la tesis de la querella callejera. El problema no es que esto confluya en la modificación del método, entre democracia y garrote. El problema es el tipo de sociedad que piensan esos que enarbolan las demandas, y que ya han sido reprimidos antes (puesto que de otro modo no se explicarían sus demandas). No solamente el tipo de sociedad que están dispuestos a pensar quienes ven en esta noche una revelación del autoritarismo.
4. Como vemos, la periodización de Postdata (que ni le es privativa, ni tiene pocos antagonistas)[27] permite suavizar el contenido social de las demandas estudiantiles para simbolizarlas en una demanda total, democratización. Tras la oclusión de lo social, la discusión sobre el método en sí es lo que resulta reformista. Las advertencias de Paz sobre los fanatismos juveniles,[28] como la supuesta aceptación generalizada de que nadie esperaba del gobierno un cambio radical,[29] también nos permiten pensar el horizonte del fin de época que el autor se concede. ¿Qué otra cosa podían significar el diálogo público y las demandas de un pliego petitorio? El argumento, como posición discursiva estratégica, atraía para sí la lógica del pensamiento común, que incluso “recogía la demanda que habíamos hechos un grupo de escritores en 1958, ante disturbios semejantes, aunque de menor amplitud.”[30] ¿Qué tenía de impensable sentarse en un diálogo público? Para el gobierno, las demandas consistían en desmontar algunos de sus instrumentos de control políticos, de los que dependía. Me parece que esta doble reducción (una manifestación espontánea sin demandas de cambio de fondo) permite afirmar entonces que “la actitud de los estudiantes le daba al gobierno la posibilidad de enderezar su política sin perder la cara. Hubiera bastado con oír lo que el pueblo decía a través de las peticiones juveniles.”[31] Como hecho adicional pensemos que olvidar las demandas y circunscribir el problema al 22 de julio, tampoco lleva a explicarnos el tamaño de la red de espionaje que había montado el gobierno para esos años, ni tampoco la forma utilizada para disolver el problema.
[1] La lista de los textos escritos en 1969 es amplia y el tenor de la reflexión incluye un número también variable de registros. En la cárcel de Lecumberri, se escriben textos que van de la literatura al testimonio: El apando de José Revueltas, Los días y los años de Luis González de Alba, o Tlaltelolco, reflexiones de un testigo, de Gilberto Balam, por ejemplo. Se escriben textos sobre el movimiento estudiantil y la propia mnasacre, dos casos sobresalientes: El movimiento estudiantil de México de Ramón Ramírez, y La noche de Tlatelolco, de Elena Poniatowska. Tras la misma masacre se escribirán además, libros que colocarán a la explosión violenta de Tlatelolco, como acontecimiento axial de argumentaciones mayores. Entre ellos, Días de guardar de Carlos Monsiváis, publicado a finales de 1970.
[2] Octavio Paz, El laberinto de la soledad. Posdata. Vuelta a El laberinto de la soledad, Fondo de Cultura Económica, México, 2000, p. 235.
[3] Este texto es a su vez, el resultado de una conferencia pronunciada en la Universidad de Texas. Idem.
[4] La protesta misma (que como hecho está ausente en el texto que analizamos) creo consta de dos textos: una carta de renuncia al presidente del embajador Paz, hecha pública inmediatamente, y un poema dedicado a las Olimpíadas, escrito para responder al pedido de los organizadores. El segundo texto (descarto la justificación del primero) tiene una historia tragicómica: los organizadores de la Olimpíada de 1968 le piden a Octavio Paz un poema para la celebración; Paz se niega. Sin embargo, tras la masacre y su renuncia como embajador, se arrepiente de su decisión y escribe finalmente el poema. Lo remite con una carta explicando el cambio de decisión. El poema, titulado Limpidez, habla de por segunda vez del episodio de Tlatelolco.
[5] “Es una prolongación de ese libro –escribe Paz- pero, apenas es necesario advertirlo, una prolongación crítica y autocrítica, Posdata no solamente por continuarlo y ponerlo al día sino por ser una nueva tentativa por descifrar la realidad”. Idem.
[6] Desde 1981, el Fondo de Cultura Económica publica juntos El laberinto de la soledad, Posdata y una entrevista de Claude Fell a Octavio paz, llamada Vuelta a El laberinto de la soledad. Así, el último textos, Vuelta…, cierra un círculo sobre Postdata. Cito la primera reimpresión de la tercera edición de esta suma de textos. La tirada del año 2000, vaya como dato a la recepción, constó de 50 mil ejemplares.
[7] Alusión en la contratapa de la edición citada.
[8] “Esa tarde la historia visible desplegó, a la manera de un códice precolombino, nuestra otra historia, la invisible. La visión fue sobrecogedora porque los símbolos se volvieron transparentes”, p. 292. “Los virreyes españoles y los presidentes mexicanos son los sucesores de los tlatoanis aztecas”, p. 297.
[9] “En México hay un horror, que no es excesivo llamar sagrado, a todo lo que sea crítica y disidencia intelectual”, p. 258.
[10] Además del primer capítulo, dedicado a la noche de Tlatelolco, ver la otras menciones: “La izquierda oficial, el sector técnico dentro del gobierno y muchos grupos de intelectuales han especulado siempre con la posibilidad de que el gobierno, valiéndose precisamente de la fuerza del pri y de los sectores populares que domina, se enfrente a la iniciativa privada. Me parece que el 2 de octubre disipó esas esperanzas. (…) el Partido empieza a mostrar una alarmante incapacidad para absorber o siquiera para desviar las frecuentes oleadas de inconformidad y de descontento, el sector privado tarde o temprano sentirá la tentación de deshacerse del pri Aquí aparece la doble alternativa que planteó el movimiento estudiantil, la alternativa en que termina todo análisis de la presente situación mexicana: democratización o dictadura”, p. 268-269. “Ciertos voceros del gobierno –periodistas, líderes obreros y campesinos, antiguos presidentes y unos cuantos ingenuos- enarbolaron frente al movimiento estudiantil dos espantajos: el de la revolución marxista leninista y el cuartelazo militar. (…) Observo que el ejército efectivamente intervino pero no para liquidar el orden reinante sino a varios cientos de muchachas y muchachos reunidos en una plaza pública”, p. 279. En “Crítica de la pirámide”: “Doble realidad la del 2 de octubre de 1968: ser un hecho histórico y ser una representación simbólica de nuestra historia subterránea o invisible. Y hago mal en hablar de representación pues lo que se desplegó ante nuestros ojos fue un acto ritual: un sacrificio”, p. 291. “Lo que sigue es una tentativa por traducir el 2 de octubre en los términos de lo que yo creo que es la verdadera, aunque invisible, historia de México: esa tarde la historia visible desplegó, a la manera de un códice precolombino, nuestra otra historia, la invisible. La visión fue sobrecogedora porque los símbolos se volvieron transparentes”, p. 292. “La plaza está imantada por la historia. (…) En la inmensa explanada de piedra, como si hiciesen una apuesta temeraria, los evangelizadores plantaron –ésa es la palabra– una iglesia minúscula. El nombre que escogieron para la plaza fue ese lugar común de los oradores del 2 de octubre: Plaza de las Tres Culturas. Pero nadie usa el nombre oficial y todos dicen: Tlatelolco. No es accidental esta preferencia por el antiguo nombre mexica: el 2 de octubre de Tlatelolco se inserta con aterradora lógica dentro de nuestra historia, la real y la simbólica”, pp. 312-314.
[11] P. 252.
[12] “Ciertos voceros del gobierno –periodistas, líderes obreros y campesinos, antiguos presidentes y unos cuantos ingenuos- enarbolaron frente al movimiento estudiantil dos espantajos: el de la revolución marxista leninista y el cuartelazo militar. (…) Observo que el ejército efectivamente intervino pero no para liquidar el orden reinante sino a varios cientos de muchachas y muchachos reunidos en una plaza pública”, p. 279.
[13] “La izquierda oficial, el sector técnico dentro del gobierno y muchos grupos de intelectuales han especulado siempre con la posibilidad de que el gobierno, valiéndose precisamente de la fuerza del pri y de los sectores populares que domina, se enfrente a la iniciativa privada. Me parece que el 2 de octubre disipó esas esperanzas. (…) el Partido empieza a mostrar una alarmante incapacidad para absorber o siquiera para desviar las frecuentes oleadas de inconformidad y de descontento, el sector privado tarde o temprano sentirá la tentación de deshacerse del pri. Aquí aparece la doble alternativa que planteó el movimiento estudiantil, la alternativa en que termina todo análisis de la presente situación mexicana: democratización o dictadura”, p. 268-269. En este punto debiera agregar, como ejercicio antitético, aquel citado texto de Carlos Fuentes, que no he tenido la suerte de leer: “Echeverría o el fascismo”.
[14] Sólo para otorgarle alguna densidad a la discusión, pero sin ánimos de rebatir la tesis, bien vale recordar algunas masacres contemporáneas, de las que Paz tenía noticias. Habían sucedido dos en el Estado de Guerreron en 1962 y 1967. También los seguidores de Heríquez Guzmán y de César Nava habían sido perseguidos y masacrados. No era la primera vez que el ejército se enfrentaba a los estudiantes, ni esos días ni en esos años. Y saliendo del registro de Paz en 1969, como no es el primero, tampoco sería éste el último hecho de sangre.
[15] P. 252.
[16] P. 317 y ss.
[17] P. 292.
[18] En un congreso en la unam, realizado en el mes septiembre escuché hablar de 2 de octubre no se olvida, novela de Antonio Velazco Piña. Quien me hablada de ella, la investigadora Eugenia Allier, había constatado que una versión de esta tesis (Tlatelolco en la novela forma parte de una antigua profecía relacionada con el despertar del volcán Popocatepetl) tenía un amplio impacto en algunos sectores de la juventud mexicana. Entre sus referencias se incluía una página virtual acerca de la novela en la que se constaban discusiones de los lectores. “2 de octubre no se olvida de Antonio Velasco Piña: una ‘memoria espiritual’ del movimiento estudiantil de 1968, conferencia pronunciada el 18 de septiembre, en el coloquio Literatura, memoria e imaginación de Latinoamérica a través de la oralidad y la escritura, cialc, unam.
[19] P. 248.
[20] P. 250-251.
[21] P. 241.
[22] P. 248.
[23] Dos casos sintomáticos. Es la tesis del Procurador de la República, Sánchez Vargas, que escribió como imforme final de lo acontecido el 2 de octubre para difundir entre los funcionarios de gobierno y la prensa. Y también la de ¡El móndrigo! Bitácora del Consejo Nacional de Huelga, novela anónima escrita en las oficinas de la Dirección Federal de Seguridad, dirigida por Fernando Gutiérrez Barrios.
[24] Esto también está discutido. El argumento central está en que está operación tiende a desestimar el conflicto desde la perspectiva de las escuelas del Instituto Politécnico Nacional. La mirada se concentra en los jóvenes de la unam. Sus efectos son, otra vez (desde un análisis de mentalidades) despolitizadores.
[25] P. 249.
[26] Pp. 249 y 250.
[27] La versión contraoficial, por cierto, tiene sus razones para pugnar por esta ampliación. Para Raúl Alvarez Garín, en La estela de Tlatelolco, el movimiento es el resultado de la violencia gubernamental. Sergio Aguayo es uno de los que dedica el inicio de 1968 Los archivos de la violencia, a indicar el ya añoso conflicto estudiantil, mencionando otros enfrentamientos del ejército. Hay muchos trabajos que ilustrarían la pugna, entre ellos, El otro movimiento estudiantil de Enrique De la Garza y otros, y Estado, Educación y Hegemonía: 1920-1956, de Salvador Martínez Della Rocca.
[28] P. 246.
[29] P. 250.
[30] Ibid.
[31] P. 250-251.