viernes, noviembre 30, 2007

El móndrigo: la novela de estado*

A Felipe Galván

La noche de Tlatelolco, ocurrida al final de 1968, produjo una de las mayores batallas de sentido del México contemporáneo. Tras la represión militar del régimen, se desató una discusión sobre las características, los alcances y las responsabilidades de aquel acontecimiento, que parece no haber terminado cuarenta años después. Esta discusión, reflejada en un caudal bibliográfico voluminoso y dispar, ha dejado un sabor de boca que hoy parece dominante: aquella noche, terminó una época.

Del caudal de producciones literarias sobre la matanza estudiantil, me detendré ahora en la novela ¡El móndrigo! Bitácora del Consejo Nacional de Huelga, escrita entre 1968 y 1969, por funcionarios de la Dirección Federal de Seguridad, dirigida entonces por el conspicuo capitán Fernando Gutiérrez Barrios. Como parece lógico, lo primero será explicar cómo una novela (género que en otras sociedades suele tener desarrollos menos institucionales) pudo ser escrita dentro del gobierno y como parte de la acción gubernamental misma. Así, el interés de analizar un segmento de esta batalla de sentido quiere recuperar algo de la densidad de análisis que suele sacrificar el discurso contra oficial, que también pierde profundidad agobiada en una retórica cargada de años de una lucha de posiciones. En el caso de esta novela oficial, la mirada sirve para orientar esta densidad en la caracterización del autoritarismo y el estado mexicanos. Para desplazar la lectura sobre noche de Tlatelolco como el fin de una etapa de México hacia una explicación sobre las características de la continuidad el régimen autoritario.

En este sentido, la escritura de la novela, debe ser considerada como parte del refinamiento de los instrumentos de control políticos que el Partido Revolucionario Institucional había desarrollado a fines de la década del sesenta. Además, la novela es un fragmento del esfuerzo estatal que en aquellos años buscaba producir una versión que lograra imponerse a las que sostenían los agredidos aquella noche. Y más allá de las implicaciones deontológicas en que deberíamos derivar, nuestro análisis se enmarca en un esfuerzo colectivo que consiste en mejorar nuestras descripciones de los discursos y sentidos que se enciman para extender dominios entre los relatos del pasado.

Depositar la mirada en las capacidades de escritura de un gobierno autoritario latinoamericano, debiera tener repercusiones. En primer lugar, los géneros hasta ahora conocidos de la narrativa oficial, incluidos aquellos que suelen convertirse en materia prima de historiadores y periodistas, tendrían que incluir un número más radical de sospechas y reflexiones críticas sobre sus fuentes. El análisis de una novela construida en el estado solo señala una perversidad, apenas un borde de la imaginación que puebla la retórica del documento oficial mexicano. En segundo lugar, comprender las dimensiones narrativas (no desmontadas) del régimen presidencial mexicano, permite además, hacerse algunas preguntas sobre el grado de participación de esta máquina semántica, en casi cualquier versión política.

Como sea, describir los recursos de la retórica oficial, incluso en sus insospechadas variantes estéticas,[1] es describir una zona del régimen presidencial mexicano poco explorada para sus dimensiones. El doble carácter performativo del discurso oficial que nos plantea este caso, nos pone a discutir además, la constitución misma de la memoria, cuando enfrenta a una máquina de sentido con las características de ésta.

Teoría del móndrigo

Se trata de un libro de autor anónimo muy conocido entre quienes en aquellos años estuvieron atentos a la lucha estudiantil, y que aún puede encontrarse en varias versiones en las librerías de usados en la ciudad de México. El libro se titula ¡El móndrigo! Bitácora del Consejo Nacional de Huelga. La fotografía de la tapa de la primera edición es un cuerpo yacente, pero en otras ediciones esta ha variado. El prólogo posee como única firma: editorial Alba roja. Pero en el libro no hay datos de la edición, ni de sus editores ni de la propia editorial Alba roja.

El prólogo advierte que estamos ante el diario de un miembro del Consejo General de Huelga. Y refiere que el texto ha sido encontrado en la misma plaza de las Tres culturas junto al cuerpo de quien debía ser su autor. La fotografía de tapa y el prólogo, se ofrecen como explicación al lector, al menos, por la ausencia de datos del autor. Palabras del prólogo titulado “Explicación necesaria”:

A pocas horas del combate en la Plaza de las Tres Culturas y edificios circundantes en Tlatelolco la trágica noche del 2 de octubre de 1968, después que los ambulantes casi habían acabado de levantar muertos y heridos, y que la policía había capturado a reales y supuestos fraco tiradores, unos vecinos descubrieron semi agazapado el cadáver de un joven en el pasillo del tercer piso del edificio “Chihuahua”. Al registrarlo en busca de identificación le hallaron bajo la cintura y fuertemente sujeto con el cintillo, un pequeño portafolios mal cerrado que contenía un legajo manchado de sangre fresca (…). Resultó ser el “diario íntimo” en que anotaba meticulosa y ampliamente los sucesos más salientes del Movimiento Estudiantil, del que debió ser uno de sus líderes. Estaba escrito a máquina, salvo la última hoja, con anotaciones a mano, en desorden, segundos antes de iniciarse la batalla.
Sus páginas reflejan su cambiante estado de ánimo (…). Hay días que derrocha optimismo y cree tener asido ya el poder, que es su obsesión, para establecer el regimen socialista; y en otras, lo ve muy lejano a causa de errores de táctica, y complacencias y cobardías de algunos influyentes miembros del CNH tal vez a sueldo del gobierno para sabotear la revuelta estudiantil. Estuvo en la “línea dura” todo el tiempo y fue partidario de la rebelión armada y demás medidas violentas en vez de las inocuas e infantiles “pintas” de camiones y embardados.
¡Murió en la raya!
Por la trascendencia y lo sensacional de sus anotaciones, no hemos vacilado en publicitarlas en el libro… (…) Si sus deudos reclaman lo que les corresponde, esta Editorial no pondrá reparos en pagar lo que la ley manda, a pesar de que –obviamente- no hubo registros de derecho de autor.[2]

El cuerpo mismo del texto, está dividido por cuadratines suspendidos a media página, sin otra continuidad que la anotación en algunos, de días de los meses de julio a octubre. Tiene, es decir, las características que la editorial anunciaba como diario. Tras presentar al personaje narrador como miembro del consejo (“ya soy un personaje”)[3] el texto presenta una descripción ajustada de algunas reuniones del cnh en los meses de julio y agosto de 1968. En este relato van intercalándose además, un sinnúmero de alusiones y retratos de personajes políticos, intelectuales y estudiantiles de oposición. Los personajes poseen nombres reconocibles, y puede decirse que ellos son, en la argumentación del texto, los sujetos que con sus cobardías, complacencias y errores tácticos sabotearon el movimiento estudiantil, según la advertencia del prólogo. La novela posee además, un breve ensayo sobre el poeta español Miguel Hernández y una obra de teatro de reminiscencias clásicas, que le sirve al autor para presentar a algunos participantes en largas jornadas de opio.[4] En las páginas abundan menciones sobre los autores que se suponían estaban presentes en el imaginario estudiantil: Marx, Engels, Hegel, Russel, Freud; así como muchos otros escritores que son mencionados, algunos sin mucho tino: Joice [sic], Flaubert, Homero, Mann, Maupassant, Proust.

En muchas librerías de la ciudad de México, el libro todavía puede encontrarse, al menos, con cuatro tapas distintas, lo cual da una idea de la profusión con que fue editado.[5] No conozco otros análisis de este texto, apenas algunas referencias que indican que el libro apareció en 1969, no en las librerías, sino en casas o sobre el parabrisas de los coches en la ciudad Universitaria. Un estudiante vinculado al gobierno en aquellos años asegura que nuestro móndrigo y otros dos libros posteriores fueron escritos en la secretaría de gobernación y por las mismas personas. Hace unos años, Sergio Romero Ramírez, un hombre vinculado al gobierno priísta de la ciudad en la década del sesenta que fue acusado como porro,[6] respondía así a un periodista:

-¿Quién escribió los libros entonces?
-La secretaría de gobernación, los repartía la Dirección Federal de Seguridad y los responsables eran Fernando Gutiérrez Barrios, Miguel Nazar Haro y Luis de la Barreda.
-¿Pero específicamente quién se encargó de redactarlos?
–Jorge Joseph, que fue alcalde de Acapulco, por instrucciones de Gutiérrez Barrios.[7]

Una lectura rápida permite ver que el libro, a pesar de estar organizado como un diario, posee diferentes partes e intensidades. Una de ellas se encarga de dar verosimilitud a su mayor ficción, es decir, que se trata de un texto real de un miembro del cnh, que constituía en los días previos a la masacre del 2 de octubre, la organización que le exigía al gobierno un diálogo público. Para construir las partes que verosimilizantes de la novela-diario, el que era entonces encargado de la dfs, el capitán Fernando Gutiérrez Barrios, dispuso de los archivos de inteligencia sobre las asambleas estudiantiles que eran cuidadosamente vigiladas por sus agentes en aquellos meses. Lo curioso es que en este esfuerzo verosimilizante, varios reportes de inteligencia fueron transcriptos de manera textual en la novela.

Veamos un día en el diario, su ambicioso reporte y sus correspondencias con la información que poseía en ese momento la dfs, gracias a su red de espionaje estudiantil. Transcribiré algunos párrafos de la novela primero y abajo los informes de la dfs, para que el lector compare la similitud de la información.

Julio 30 (de 1968)
Hoy hubo muchas asambleas en escuelas y facultades de la C. U.
A las nueve y media hicimos un mitin frente al café central. Hemos de haber sido unos 300, la mayoría de derecho. Allí estuvimos Adalberto Muñoz Negri, Carlos Sandez, Franco Carreño y un muchacho apodado Darvelio. Luego nos fuimos a hablar con González Tejada a quien informamos que el Ejército y los Granaderos habían asaltado anoche la preparatoria 1 y otras más…
(…) En el Ala de Humanidades hubo asambleas permanentes en todos los planteles para informar sobre la intervención del ejército y de los granaderos en las prepas 1 y 2; y que habían gran cantidad de heridos e inclusive, se tenía conocimiento de varios muertos. Este tema había que repetirlo sistemáticamente, como gota de agua para hacer conciencia y carburar los ánimos. Se pidió que se reunieran los comités ejecutivos y representantes de los grupos políticos del Ala de Humanidades, para organizar pláticas con los del Ala Técnica, y lograr la unión mediante un “frente único” ante las fuerzas represivas.
(Desde hace ocho días estamos ya constituidos en Consejo Nacional de Huelga, pues no lo íbamos a dejar al azar y a la improvisación).
En ciencias presidió reunión Marcelino Pereyó asistido por Gilberto Guevara Niebla. Consiguieron que se votara la huelga permanente y se nombraron las guardias. En Veterinaria, Ciencias Químicas, Ingeniería y Arquitectura los comités ejecutivos decidieron apoyar la huelga.
(…) En Odontología, a las 9.45, estuvieron Carlos Moyrón y Francisco Colmenares César encabezando a unos veinte de Economía. En el mitin improvisado hablaron Moyrón, Colmenares y Marcia Gutiérrez, lideresa de Odontología.
(…) A medio día, en un mitin en la Explanada al que concurrieron unos quinientos delegados de sociedades de alumnos y partidos políticos de la Unam, el Rector izó la bandera a media asta en “señal de luto”.[8]
(…) Romeo González Medrano gritó que era necesario proceder enérgicamente para protestar por la agresión de que fueron víctimas los estudiantes de las preparatorias, y exhortó a que se aprovechara el momento para iniciar la lucha contra la burguesía. Un grupo comenzó a silbar y hacer alboroto, y ya no pudo concluir.
En un volante se anunció manifestación para mañana miércoles 31 a la que acudirán el Rector, el Consejo, todos los directores y maestros.
Esto se está poniendo bueno.
(…) En la Prepa 5, un grupo de 150 camaradas detuvo en la calzada de Tlalpan varios camiones pintándoles leyendas contra el Ejército y GDO. [9]
(…) Los de la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (FNET) (…) hablaron Corna del Rosal (…). En cambio, Fernando Hernández Zárate, secretario general de la Escuela Superior de Economía mantiene enhiesta la bandera contra la FNET...[10]
(…) A las 7.15, los de la secundaria 69 –que ya se nos unió-, quemaron un camión Peralvillo-Viga. Los gendarmes capturaron a cinco compañeros.[11]

El 1 de agosto 1968, varios agentes elaboraron reportes sobre lo que había sucedido el día anterior en Ciudad Universitaria. El encadenamiento de ideas y palabras, permite imaginar al escritor de uno y otro textos:

En la UNAM se verificaron diferentes asambleas en las escuelas y facultades.- A las 9:30 hrs., frente a las Oficinas de Acción Social se efectuó mitin con asistencia de 250 estudiantes en su mayoría de la Facultad de Derecho, entre los que estaban CARLOS SÁNCHEZ, ADALBERTO MUÑOZ NEGRI, FRANCO CARREÑO Y DARVELIO MÉNDEZ posteriormente un grupo subió a la Torre de la Rectoría para hacerle saber al rector los hechos acaecidos anoche en diversos planteles universitarios…
(…) En el Ala de Humanidades en todos los planteles se efectuaron reuniones en las asambleas permanentes, pidieron que se reúnan los Comités Ejecutivos y representantes de grupos políticos del Ala de Humanidades con el objeto de organizar pláticas con los organismos del Ala Técnica de la CU y en esta forma poder lograr unión y presentar un frente único.
En la Facultad de Ciencias en la asamblea permanente la reunión la presidieron MARCELINO PEREYO VALLS y GILBERTO GUEVARA NIEBLA, habiéndose acordado decretar la huelga indefinida, nombrándose guardias permanentes en el plantel.
En la Escuela de Veterinaria se acordó apoyar el movimiento estudiantil por la agresión de que fueron víctimas los preparatorianos, sumándose al paro.
En la misma forma, procedieron los CE de Química, Ingeniería y Arquitectura.[12]

En Odontología los estudiantes de economía carlos moyron bethon y francisco natividad cesar colmenares encabezando a 20 alumnos organizaron mitin, hablando moyron bethon, césar colmenares y marcia gutiérrez cárdenas.[13]

A las 12:30 hrs. en la explanada de la Rectoría, se efectuó mitin con asistencia aproximada de 300 estudiantes entre los que estaban la mayoría de los representantes de Comités Ejecutivos de Sociedades de Alumnos y de grupos políticos de la UNAM. El Rector de la unam izó el pabellón nacional a media hasta en señal de luto y pronunció un discursó. romeo gonzález medrano trató de hacer uso de la palabra, manifestando que es necesario proceder enérgicamente para protestar por la agresión de que fueron víctimas los estudiantes de las preparatorias pero los reunidos lo abuchearon y no lo dejaron terminar dándose por concluido el acto.
Se repartió volante con el título de “Universitarios de México” en donde manifestaban: La protesta por la invasión a los planteles debe ser organizada. Rechacen a los provocadores. No abandonen la cu. Mañana 31 de julio se llevará a cabo una manifestación de autoridades, maestros y alumnos dentro de CU.[14]

El Srio. Gral. De la Sociedad de Alumnos de la ese, fernando hernández zarate, continúa en su postura contraria a la fnet.[15]

A las 19:15 hrs., alumnos de la Sec. 69, secuestraron un camión de la Línea Peralvillo-Viga a la que prendieron fuego, resultando algunos asientos quemados y unos vidrios rotos. Se presentaron al lugar elementos de la Policía de Tránsito del D.F., los que detuvieron a los estudiantes jesús váldez mancera, luis islas bautista, jose luis c. ramírez, eladio garcía mendoza, los que fueron puestos a disposición del amp de Ixtacalco, Lic. julio humberto trujillo, a esta misma delegación fue trasladado el camión incendiado.[16]

Si nos ceñimos al relato ficcional, nuestro personaje tuvo un día intenso: hizo el trabajo de varias personas. Su reporte de cinco páginas (del que he presentado un extracto), da información de las actividades del día que tenía reportadas la dfs. El cuidadoso relato es por momentos una transcripción apenas condimentada con interjecciones o balances como la única oración que hay entre paréntesis en la página 34: “desde hace ocho días estamos ya constituidos…”, y que muestra incluso cierto temor del novelista de gobierno de modificar los informes policiales con su propia imaginación.[17]

No son, sin embargo, los únicos elementos que nos llevan a pensar en que la novela fue ideada y en partes, escrita por Gutiérrez Barrios, y no por un colaborador. El extracto parece el fruto de una confección que no ofrece mayor destreza que la idea de utilizar esos informes del espionaje estudiantil para volver verosímil el resto del texto. Pero ya mencionamos otras partes del libro, que exigían alguien más familiarizado con la escritura y la lectura, de lo que podrían haber resultado los colaboradores de Gutiérrez Barrios. Detengámonos a realizar un análisis de aquello que señala el texto pero sobre lo que no hay reportes de inteligencia, es decir, superemos el esfuerzo verosimilizante para mostrar lo que constituye finalmente, la versión oficial.

Parece sencillo imaginar la labor del escritor, intercalando algunas frases en primera persona entre los detalles de la información policial que producirían la idea de que realmente estábamos ante el diario de miembro del Consejo Nacional de Huelga. Pero estas frases intercalas constituyen la caracterización de un estudiante a veces ingenuo, pero otras lúcido, y muchas más, de un espíritu terriblemente violento. Sin duda, no fue quien con temor transcribió los informes policíacos, quien se propuso combinar varios argumentos para minar la base social estudiantil y restarle credibilidad a los intelectuales universitarios que apoyaban al movimiento. Esta fue una operación mayor, que se propuso, en primer lugar, demostrar que los estudiantes poseían intenciones oscuras; en segundo, que eran tan ingenuos (para dejarse manipular) como perversamente maquiavélicos (para desear los crímenes como parte de ese plan subversivo). Por ello es que el argumento final del texto tiene que ver con la búsqueda de adjudicarle a los estudiantes el inicio de los disparos aquél 2 de octubre de 1968, e incluso, el lanzamiento de una bengala como señal estudiantil de ataque.

Tras la cuidadosa descripción de estas acciones estudiantiles, el texto se concentra en un retrato de sus protagonistas. En la medida que la novela avanza, el Móndrigo va discutiendo y presentando su ideario político. En él se va perfilando un pragmatismo que parece enlodar a toda la clase política: los estudiantes necesitan muertos para que la sociedad los apoye, la oposición necesita a los estudiantes para golpear al gobierno, los corresponsales de prensa reciben regalos agrandar el conflicto en sus medios, un grupo radical acude a Tlatelolco con una bengala para dar inicio a una balacera. Según el móndrigo, hasta los miembros del Partido de Acción Nacional (PAN), la Iglesia, especialmente el Opus Dei, y los masones, eran colaboradores del movimiento estudiantil. Otro breve extracto dará una idea de cómo avanza en el relato la versión oficial:

Sinopsis hasta el 26 de Julio. (…) Vamos a hablar claro. (…) [El movimiento estudiantil] actúa con la perfección del disco de Newton, formado por todos los colores del iris, y que al girar vertiginosamente, con el movimiento se ve blanco.
El símil es inmejorable. ¡Todos los colores en el Movimiento Estudiantil, y a los ojos del mundo es blanco; esto es, limpio, justo, sincero, leal, e impremeditado! Sí; todos los colores: el rojo estallante, de los trotskistas; el negro mortal de los anarquistas; el morado arzobispal; el azul del PAN; el amarillo oro, de Wall Street; el oliva, de Fidel; el sucio, del Muro; el anaranjado, de Mao (los chinos son amarillos de piel y rojos de ideología, y la mezcla da anaranjado, ¿no?); y hasta el tricolor del PRI, porque los muchachos y los del Instituto Nacional de la juventud están en la huelga y en las guerrillas callejeras, y actúan como si anduvieran con el “Che”.[18]

Agosto 1 (…) Tenemos que usar hábiles métodos de atracción para los políticos postergados, para los escritores hundidos en la estrechez económica, para los intelectuales que pasan más como tales que los que son; es decir, intelectuales de relumbrón, de círculos de elogios mutuos, de los que no pueden sobresalir por sus propios medios y chapotean en la mediocridad o en el fracaso.[19]

Septiembre 15 (…) Si a la hora del grito, cuando los soldados presentan armas porque están escuchando el Himno Nacional, damos una carga con todo el pueblo sobre las abiertas puertas de palacio, no nos resistirán, y aunque habrá un par de muertitos y tal vez varias docenas de heridos, el edificio caerá en nuestro poder.[20]

Septiembre 16 (…) Se está desmoronando la huelga a falta de muertos, los cuales sirven en estos casos a modo de mezcla, de cemento, o ligazón (…). Los muertos son indispensables (…). ¿Cómo gritar ¡represión! Si no hay sangre, si no hay muertos, y si para colmo, a los que aprehenden quemando o pintando camiones los dejan libres pocas horas después previa golpiza y amagos de fusilamiento? Este GDO (Gustavo Díaz Ordaz) es un cara-dura que soporta impávido los peores insultos y calificativos. Parece que le gustan. Ha de ser masoquista.[21]

Septiembre 30 (…) Un plan secundario derivado del anterior fue elaborado por Sócrates, Nahún Solado y Gilberto Guevara Niebla, y consistía en esconder en diversos edificios contiguos al Chihuahua a varias columnas de estudiantes y maestros convenientemente armados. Cuando el ejército acordone al mitin, a una señal dispararán contra los soldados; y éstos, al contestar, lo harán sobre los estudiantes y gente del pueblo congregados en la plaza. La matanza será segura. Cuarenta y ocho horas después, el paro general y los desórdenes en todo el país harán caer al gobierno, y el poder pasará a nuestras manos.[22]

Octubre 1 (…) [Sócrates] Nos informó que cuenta con la anuencia de amigos que son inquilinos en los edificios Chihuahua, Sinaloa, Issste, Molino del Rey, Querétaro, y Dos de Abril, con ventanas a la Plaza de las Tres Culturas para que nos apostemos y desde allí recibamos a tiros a los soldados… y a los que se atravieses.
Me tocó en el Chihuahua con otros quince compañeros, cifra que puede aumentar o decrecer según las circunstancias a última hora, o de conformidad con la táctica a emplearse y que no es de mi conocimiento porque no soy jefe de grupo. Solamente ellos tienen el secreto. Mi jefe directo es Raúl Álvarez Garín de Físico Matemáticas, quien se situará atrás de la iglesia de Tlatelolco para dar la señal de fuego con la luz de la Bengala.[23]
(…) Si esta operación la perdemos –cosa que veo muy difícil, porque está bien preparada- nos iremos al monte a la guerrilla, y al terrorismo. Ya puse mis cosas a salvo.[24]

Siempre es posible que Gutiérrez Barrios tuviera alguna información de inteligencia que avalara alguna línea de las citadas en este tercer grupo, pero en los archivos de la extinta dfs clasificados en el Archivo General de la Nación, no hay datos en general que le permitieran esta segunda vertiente de la versión de nuestra novela, al menos como los documentos que le habían permitido construir su aparato verosimilizante.[25] Podemos decir, que este bloque de citas habla de ¡El móndrigo! ya no como novela, sino como un género literario en la política nacional, que se basó en difundir información de inteligencia, pero distorsionada o acompañada de una versión de los oponentes, para destruirlos ante la opinión pública. Si estas asociaciones son lícitas, ahora me atrevo a plantear que la versión oficial se encuentra más clara: el gobierno no sólo produjo una masacre en 1968, sino que además produjo una historia de la masacre, que impactó durante años en el imaginario nacional y en la memoria colectiva. Esta debe ahora, ser identificada en las propias versiones del pasado de las víctimas.

Sobre la memoria

Hemos reflexionado sobre una operación: el uso de información de Estado para construir una versión oficial sobre un episodio particular de la vida política mexicana. Este problema, por supuesto, tiene dimensiones latinoamericanas. Varios textos de este tipo se han producido en la región (algunos son buscados incansablemente); varios (incluidos los norteamericanos) son fuentes de la memoria y merecen más y mejores análisis. Este caso vale por las características de su escritor (que ahora nos permitimos analizar como versión de Estado), vale porque al conocer los archivos represivos mexicanos podemos confirmar su carácter. Vale también, porque esto implica ver en un caso de la región una operación estatal en la memoria, del estilo de las que se han estudiado del nacional socialismo alemán y el stalinismo soviético; aunque ahora lo hagamos de nuestro autoritarismo vernáculo, aconsejado por los órganos políticos de la democracia norteamericana.

Pero nuestro problema no ha hecho sino empezar, aún cuando la corroboración se encuentre enmarcada por las predicciones orwellianas sobre la perversión de los estados modernos. ¿Qué ha sucedido después de 1968? Este libro ha sido descalificado una y otra vez, e incluso, es considerado constantemente como el primero de un género literario de la política mexicana, que sigue vivo. Identificado o no, la tesis de ¡El móndrigo!, ha tenido tanta suerte como el género, y se encuentra bastante viva. Que dicha en una línea, esta tesis consiste en que el ejército mexicano repelió una agresión estudiantil el 2 de octubre de 1968. Desde todos los espacios posibles, los funcionarios políticos de aquellos años sostuvieron esta tesis aún cuando nunca se encontró evidencias de que los estudiantes hubieran agredido al ejército provocando la masacre.

El móndrigo se instala en una versión oficial que tiene varias partes, todas ellas, con una independencia relativa de las otras. Pensemos ahora la versión oficial sobre la noche de Tlatelolco como suma de partes, para explicar cómo es que una parte pudo ser sustituida por otra versión oficial cuando dejó de funcionar, es decir, cuando su falsedad fue evidente o su tesis, increíble. La noche de la masacre, funcionarios militares ensayaron una explicación inocente: que el ejército había llegado a la plaza a sofocar una balacera ya iniciada. Pero todas las versiones de prensa coincidían en que la balacera había iniciado cuando entraba el ejército a la plaza; los mismos funcionarios aclararon el punto con un elemento adicional: un general había sido herido cuando pedía a la población, a través de un megáfono, que desalojara la plaza. Se presentaron fotos del general recostado en su cama de hospital, y con ello, destruyó el argumento inicial de quien comandaba la batalla. Mientras tanto, en un campo militar se torturaba a algunos estudiantes. Unos días después, uno de ellos, leyó un documento: los estudiantes habían atacado al ejército como parte de un plan revolucionario. Detrás de un vidrio los espiaba la prensa. La explicación de Estado se completaba: un conjunto de estudiantes había atacado al ejército; la masacre era comprensible, el ejército no era responsable.

No era fácil discutir la herida del general, pero sí, que el encuentro era pacífico, y que las declaraciones habían sido extraídas bajo tortura. La televisión difundió documentales militares, se escribieron libros para la clase política y para la sociedad (incluso una novela), hasta el presidente explicó la masacre varias veces: en su inexperiencia se mataron solos, dijo. La tesis fue siempre que los estudiantes estaban enfermos de comunismo internacional. El gobierno, no obstante y como aparece en los propios documentos de inteligencia, tenía información de que agentes de la DFS habían disparado desde el edificio Chihuahua, tras tomarlo por asalto. Sin embargo, sostuvo que habían sido los estudiantes. Para éstos, habían sido integrantes de un tal Batallón Olimpia, los que tras tomar por asalto el edificio Chihuahua dispararon contra la multitud. La sociedad hizo listas de muertos, investigó al Batallón Olimpia, grabó videos, programas de radio, libros. El ejército y la clase política arropada en el entorno presidencial eran los únicos culpables.

Varios años después, y con nuevas herramientas, un viejo funcionario produjo una modificación a la versión, algo similar a la sustitución de la primera versión oficial de que el ejército había llegado a Tlatelolco para sofocar una balacera iniciada. Escribió su versión como un testamento, y dijo, que en realidad, el ejército había sido atacado, pero no por estudiantes, sino por miembros del Estado Mayor Presidencial. Sustituía a los atacantes pero mantenía a salvo al ejército que él dirigía esa noche. Por la manera en que fue presentada, de la mano de un periodista prestigiado, esta tesis alcanzó una fuerza dominante entre la población. Esta tesis, publicada en el libro Parte de guerra, no soporta un análisis crítico, pues como nuestra novela, tiene un aparato débil y un fin perverso: exculpar a asesinos.

El 2 de octubre del año 1968 el ejército mexicano reprimió en la ciudad de México a estudiantes y población civil desarmada. No hay dudas sobre el carácter de esta acción, sin embargo, hay dos zonas de la memoria alimentadas por la versión oficial que acabamos de describir con la excusa de nuestro móndrigo. Una tiene ha encontrado en la idea de sacrificio una explicación.[26] Otra, no menos imaginativa, se asienta en la creencia de que la masacre es resultado de una desinteligencia al interior del gobierno, más que de una decisión de estado, lo cuál volvió a la masacre un territorio de intrigas falsas. A 1968 le siguieron otros crímenes y otros móndrigos como el que aquí analizamos, que ahora son lógicamente, más difíciles de identificar. Me he detenido en éste porque parece un eslabón perdido del autoritarismo, y porque sólo a partir de su descripción podíamos darle certificado de existencia al nuevo adjetivo. Ahora importa menos la barroca y compleja existencia de una versión oficial que las incrustaciones de partes de esta versión oficial en la memoria colectiva. Partes de las versiones oficiales del autoritarismo mexicano y latinoamericano se encuentran insertadas en los espacios dominados por los sectores que se declaran víctimas de estos autoritarismos, en el periodismo, en la literatura, en el relato testimonial.



(*) Texto leído el 18 de septiembre del 2007 en el Coloquio de
Literatura, Memoria e Imaginación de Latinoamérica a través de la Oralidad y la Escritura, UNAM.

[1] Ni tan insospechadas. Felipe Galván, escribió Autor anónimo, Huasipungo Tierra Roja, México, 2006. Es una novela inspirada en la escritura de la novela ¡El móndrigo!

[2] ¡El móndrigo!, Editorial Alba Roja, México, s/f, pp. 5-6.

[3] Ibid, p. 8.

[4] Los ensayos políticos se encuentran entre las páginas 67-74, 118-155 y 165-173; y la obra de teatro intercalada entre las páginas 159-165

[5] Poseo tres versiones que he podido comparar. Una de ellas tiene en su foto de portada un cuerpo desnudo y yacente; el fondo es de un verde intenso. Esta edición tiene un conjunto de erratas, que han sido corregidas en la otra versión. La segunda edición (esto se indica en la carátula) tiene en la tapa una fotografía diferente: un joven que escapa de tres granaderos, el fondo es verde claro, y la fotografía, como la anterior, en blanco y negro. He visto además, con la fotografía del cuerpo tendido, ediciones con tapas de fondo amarillo y rojo.

[6] Porro: estudiante a sueldo del gobierno, utilizado para incriminar a los estudiantes independientes.

[7] Delgado, Álvaro; “El Fish se confiesa”, Revista Proceso, número 1405, 5 de octubre del 2003. p. 22. Gutiérrez Barrios era director de la Federal de Seguridad en 1968; Nazar Haro y De la Barreda fueron colaboradores que luego escalaron en la propia institución durante el gobierno de Luis Echeverría. Es posible que Jorge Joseph hubiera realizado algunos trabajos de transcripción, como veremos más adelante. Pero me inclino en adjudicarle a Gutiérrez Barrios la autoría general. A su vez, Sergio Romero Ramírez cumplió diferentes propósitos violentos durante y después de los acontecimientos del año 1968. La dfs sabía de sus relaciones y crímenes, como se da cuenta en el Informe Histórico de la femospp (ver, cap. 3. “Métodos policiacos de control”). No es descabellado pensar que, por ello mismo, tuviera información de lo que sucedía en el aparato represivo.

[8] ¡El móndrigo!, op. cit. pp. 34 y 36.

[9] Ibid, p. 37.

[10] Idem, p. 38.

[11] Idem, p. 39

[12] Archivo General de la Nación, galería 1, DFS 11-4-68 L24 F131; 68/ 08/ 01. Las mayúsculas pertenecen al original.

[13] Idem, DFS 11-4-68 L24 F133; 68/ 08/ 01

[14] Ibid, DFS 11-4-68 L24 F234; 68/ 08/ 01

[15] Ibid, DFS 11-4-68 L24 F236; 68/ 08/ 01

[16] Ibid, DFS 11-4-68 L24 F241; 68/ 08/ 01

[17] Esta es la parte que creo, debe adjudicarse a Jorge Joseph.

[18] ¡El móndrigo!, op. cit, pp. 11-13.

[19] Idem, p. 85.

[20] Ibid, p. 142.

[21] Ibid. p. 148.

[22] Ibid, p. 177.

[23] Ibid, p. 181.

[24] Ibid, p. 182.

[25] No hay dudas en cambio que tendría datos sobre las discusiones de esos momentos en las filas del Partido Comunista Mexicano. La lucha armada no era un tema tabú sino que la opción de la guerrilla aparecía como discusión constantemente en esos años. Recordemos, para pensar desde la experiencia estudiantil, que antes de la masacre de Tlatelolco, las fuerzas de seguridad del país habían asesinado y herido a estudiantes de las universidades de los estados de Guadalajara, Sinaloa, Veracruz, Michoacán y Tabasco. La DFS tenía amplios datos sobre el sentimiento estudiantil. Ver Informe Femospp, cap. 3, pp. 75-94.

[26] La matanza como sacrificio se encuentra enunciada (fuera de la versión oficial) por Octavio Paz en Postdata, pero sus reverberaciones son asombrosas. En este mismo congreso, la investigadora Eugenia Allier habló de otra novela, 2 de octubre no se olvida, novela de Antonio Velazco Piña. En ella, la masacre de Tlatelolco forma parte de una antigua profecía relacionada con el despertar del volcán Popocatepetl. La jóvenes debían sacrificarse para que México tuviera un despertar. Ver, “2 de octubre no se olvida de Antonio Velasco Piña: una ‘memoria espiritual’ del movimiento estudiantil de 1968”, conferencia pronunciada el 18 de septiembre del 2007, cialc, unam.