miércoles, abril 05, 2006

Karl Popper, maestro rural

Popper explica, en una conversación con Franz Kreuzer, por qué considera que todos los hombres son filósofos:
“Creo que todo hombre desarrolla ciertas actitudes frente a la vida y frente a la muerte. Y éstas ciertamente son actitudes filosóficas; filosóficas buenas o menos buenas. También las esperanzas, lo que se debe pedir de la vida, lo que se puede alcanzar en la vida son, en lo esencial, actitudes filosóficas frente a ésta. En este sentido, creo realmente que todos los hombres son filósofos. (…). Yo nunca quise ser filósofo, nunca quise ser filósofo profesional. Que lo haya sido se debe a circunstancias externas; no quiero mencionarlas para evitar agradecerlo. Mi primer plan, de muy joven, con dieciséis o diecisiete años… (…) era fundar una escuela rural y ejercer de maestro en ella” (Kreuzer, Karl R. Popper, Sociedad Abierta, universo abierto, rei, Argentina).
Después de leer algunos editoriales de ‘El maestro rural’, la publicación que en los años treinta tenía la Secretaría de Educación Pública (SEP) de México, es fácil llegar a pensar que no puede entenderse la guerrilla mexicana sin entender las batallas que contra ellos, y contra lo que ellos defenderían, libró el PRI postcardenista.
Plutarco Elías Calles y Cárdenas les habían propuesto a miles de jóvenes el sueño de Popper, ser maestro rural. Les había propuesto fundar una escuela y ejercer de maestro en ella. El sueño de Popper se cumplía, a los dieciséis y diecisiete años, para miles de jóvenes a quienes se les había invitado a enseñar a los campesinos de México lo que se debe pedir en la vida, lo que se puede alcanzar en la vida.
Pero mientras que Popper desconfía ya en 1919 de su deber de ser el intelectual de la clase obrera, y se dedica apasionadamente a tareas físicas –se hace obrero de la construcción, carpintero-; estos jóvenes que no desconocen el trabajo del campo, se vuelven por encomienda oficial, intelectuales orgánicos del campesinado.
“La misión del maestro no ha de concretarse en el recinto de la Escuela –dice Lázaro Cárdenas, en un discurso del 10 de diciembre de 1935, en sus primeros días de gobierno-. Su misión en el orden social exige su colaboración para el cumplimiento integral del programa de la Revolución. El maestro rural es el guía del campesino… y debe interesarse por el mejoramiento de los pueblos. El maestro ha de auxiliar al campesino en su lucha por la tierra y al obrero en la obtención de los salarios que fija la ley para cada región”.

Siempre perpetua y renaciente

Retrocedamos para entender a Cárdenas “…Al final de la administración de Vasconcelos, en 1924, ya existen 1.039 escuelas rurales federales, 1194 profesores y alrededor de 65.000 alumnos”. Son datos tomados por Salvador Martínez Della Rocca, de John Britton, Educación y radicalismo en México. Cito en adelante el importantísimo texto de Martínez Della Rocca: Estado, educación y hegemonía en México, 1920-1956, publicado por las universidades autónomas de Guerrero y Zacatecas en el año 1983.
Cuatro años después, en 1927, en un fragmento del primer Informe de Gobierno de Plutarco Elías Calles señala que: “La Secretaría de Educación Pública ha abordado, desde el primero de diciembre último, con toda resolución, el problema educativo de las clases rurales, elevando a 2001 el número de escuelas rurales, atendidas por 2.360 maestros, y con una asistencia media diaria de 108.449 alumnos”.
Dice el autor sobre los años siguientes: “el sistema educativo rural se expande de manera muy rápida; de 1931 a 1934, periodo en que fungiera como secretario de educación don Narciso Bassols, el número de escuelas primarias rurales se incrementa de 6.796 a 8.155.”
El incremento vertiginoso de escuelas rurales, argumenta, debe verse al calor de la Guerra Cristera, que va de 1926 a 1929. La Guerra Cristera, sigue ahora el autor a Juan Carlos Portantiero, llega a representar para el Estado revolucionario una crisis de Hegemonía, “una crisis de la relación entre clases subalternas y estado”.
Cárdenas, entiende que la Iglesia aliada con los cacicazgos regionales que controlan el campo mexicano, son una amenaza para el Estado revolucionario. La Historia Patria aún no existe para ese siempre amplio sector de mexicanos en guarache. El ‘¡Viva Cristo Rey!’ debe todavía transformarse en ‘¡Tierra y libertad!’. Entiende que la revolución estaba empezando, cuando el enfrentamiento con la Iglesia hace temblar su débil estructura.
“Hasta ahora ha prevalecido el riesgo de que las conquistas del pueblo –dice el editorial de la revista de la SEP, ‘El maestro rural’, en su número de agosto de 1934-, la escuela, el ejido y el sindicato, queden ahogadas por la alianza, siempre perpetua y renaciente de los explotadores y del clero”.
Los adjetivos ‘perpetua y renaciente’ están detrás de la visión educativa dominante, aunque es difícil establecer en que medida. Otra editorial de ‘El maestro rural’, de diciembre del mismo año, sigue a Popper: “La educación… para nosotros, es el desarrollo de las facultades individuales y la integración de un carácter, es decir, formación de una actitud ante la vida”.
Las cifras presentan a un maestro por escuela, cada 50 alumnos. Y recordemos que el sueño de Popper no era ser simplemente maestro, sino fundar una escuela rural. Y durante años, la expansión de la educación rural en México equivaldría a un maestro por escuela. Maestros que cumplían el sueño de Popper, de fundar una escuela. Si esos jóvenes no eran ya, como dice Popper, filósofos, las Escuelas Normales Rurales y, por lo menos los editoriales de 'El maestro rural', se ocuparon de ello.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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