viernes, agosto 24, 2007

La literatura del poder / La historia oficial de 1968

Este texto forma parte del esfuerzo colectivo, de una investigación de largo aliento que se inició casi con la masacre del 2 de octubre de 1968. Sin embargo, ahora se trata de crear una perspectiva para pensar en la memoria histórica de un acontecimiento dramático de la historia de México. Esa perspectiva busca revisar el fenómeno de la memoria en una sociedad organizada o en pugna con un Estado autoritario que posee un refinado instrumental de mecanismos de control político. Me propongo pensar la masacre de Tlatelolco como un momento clave de la vida del México contemporáneo. Parto de dos ideas: de que estamos ante un momento en el que una parte de la sociedad civil adquiere visibilidad política al tiempo que se inicia un periodo de terrorismo de Estado que se impondrá a la sociedad mexicana a través de un complejo aparato represivo, un sistema de creación de opinión, y el desarrollo de un modelo de corrupción intelectual y cooptación política. Mi trabajo se preocupará entonces, por un análisis historiográfico de lo escrito desde o en el gobierno, sobre la masacre del 2 de octubre de 1968.
Me propongo trabajar sobre diferentes ‘versiones oficiales’ de la masacre y sobre las influencias de éstas en la memoria colectiva, como parte de ese complejo entramado de mecanismos de control político que le permiten al Estado alterar interpretaciones y reconstrucciones históricas populares. Para ello propongo reflexionar en detalle sobre el aparato de construcción de mensajes de que dispuso el Estado mexicano a partir y a raíz de la necesidad de intervenir en la interpretación popular de esta masacre, buscando desviar las reflexiones académicas, periodísticas y de los movimientos sociales en general. Se trata de pensar otra vez en el fenómeno de la manipulación. Que es como decir: detener por un momento lo dicho, lo escrito, lo televisado, y hacer un análisis crítico basado en algunos criterios metodológicos e historiográficos más o menos precisos. De abordar el sentido, las características y los problemas históricos y políticos que nacen del cruce entre la necesidad de la clase gobernante de garantizar impunidad a los responsables directos de una masacre particular, y la lucha constante de los sectores populares que ven en el esclarecimiento y la justicia de los crímenes políticos, razones y supervivencias.
Clasificaremos y separaremos un grupo de documentos ‘oficiales’ de entre la información testimonial que conocemos (que consideraremos como contrapeso de las versiones oficiales), concentrándonos en ellos, de los que buscamos entender algunos de sus modus operandi y sus fines. Se trata de entender el funcionamiento del aparato de manipulación política existente, cuando menos, (desde, a partir y) sobre aquellos acontecimientos del año 1968. Esto quizá nos lleve hacia algo más que los crímenes de esa tarde: a comenzar a discutir el amplio proceso de corrupción intelectual que permitió estas manipulaciones y que en sí mismo pone en jaque la construcción de un sistema democrático nacional. Sin embargo, para el trabajo es nodal una clasificación de textos que nos permita ver los esfuerzos oficiales para intervenir en la memoria histórica y confundir a la población nacional, en un tema central para un Estado autoritario: el uso de la represión contra la disidencia política organizada. O de otra manera, los esfuerzos oficiales por distorsionar todo lo que en los hechos es definido como Terrorismo de Estado y Guerra Sucia. De la misma manera, será nodal que esta clasificación de textos arroje datos para entender a la documentación oficial y a las fuentes de un Estado latinoamericano contemporáneo.

Objetivos y tareas
Analizar un episodio de la vida política mexicana con instrumentos y una metodología histórica, que permita separar, de manera crítica al relato testimonial (el de la experiencia en primera persona) y regresar a lo que sabemos de la masacre de Tlatelolco. Identificar los tipos de fuentes con las que construimos nuestro conocimiento de la masacre: fuentes testimoniales, periodísticas, ficcionales, académicas u oficiales.
Identificar las características de la documentación oficial y sus objetivos dentro de un aparato represivo. Realizar una serie de operaciones historiográficas sobre el conocimiento que poseemos de 1968, con el fin de acompañar (desde una perspectiva crítica) a la memoria colectiva. Usar este aparato crítico sobre fuentes oficiales en general para mostrar las formas en que muchas veces, éstas son usadas para construir historia, para eludir los alcances de su propio sistema de justicia y/o consolidar un modelo político.
Comprender las necesidades políticas de un gobierno autoritario por construir una versión oficial sobre un hecho que hizo tambalear su legitimidad institucional y con ello el control administrativo de los recursos económicos nacionales. Reflexionar sobre las razones que la clase política gobernante tuvo para pervertir al sistema jurídico nacional en afán de garantizar la impunidad de los responsables directos de todos los hechos criminales o fuera de la ley que contribuyeran a destruir a la disidencia política y mantener el estado de cosas político. Como en este caso, la institución encargada del control violento sería el ejército nacional (organización fundamental en la década siguiente para la creación de un aparato concentracionario que le permitiera a la clase política mantenerse), se trata de mostrar cómo éste fue sistemáticamente protegido de las responsabilidades de los crímenes contra estudiantes, quizá nacidos de la necesidad de que esta institución fuera la encargada de la desaparición forzada de varios miles de ciudadanos vinculados a organizaciones políticas durante la década del setenta, que amenazaban el control del poder en manos de miembros del Partido Revolucionario Institucional. Entender cómo y por qué el aparato estatal necesitó garantizar la impunidad de estos crímenes mientras necesitara del uso de la fuerza para controlar a la oposición. Pensar a la manipulación de la opinión pública a través de la difusión de documentación oficial en el marco de la necesidad de construir la impunidad como sostén de un esquema autoritario. Discutir el problema de la manipulación de la historia, y sus conexiones con un amplio proceso de compra de conciencias, cooptación y corrupción intelectual. Y por todo ello, analizar el caso de 1968 desde la sistemática producción de mensajes exculpatorios, contradictorios desde las instituciones de gobierno.
Dar cuenta de algunos mecanismos de control político mexicanos mostrados en el manejo y la difusión de información pública y/o oficial, referente al 2 de octubre. Leer e interpretar documentos literarios anónimos, libros y documentales periodísticos, informes gubernamentales y de prensa falsos o falaces que tuvieron el fin de exculpar a funcionarios. Volver desde las ciencias sociales a observar el complejo problema que presentan todavía los Estados autoritarios para los pueblos latinoamericanos.
Discutir algunos nuevos elementos revelados por la investigación histórica de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp) a la luz del fracaso jurídico de esta institución. Producir un marco de comprensión para la documentación oficial encontrada en los archivos de inteligencia policial elaborados para la persecución y eliminación de la disidencia política mexicana, y como parte del sistema de persecución ideológica de la Guerra Fría.

Importancia del tema
El conflicto estudiantil del año de 1968 continúa siendo analizado y representa uno de los momentos más importantes de la sociedad mexicana de la segunda mitad del siglo pasado. Hasta ahora, las circunstancias que rodearon al movimiento social de aquel año han sido analizadas mayoritariamente por los actores sociales que participaron de aquellos días, o crecieron sintiéndose miembros de la llamada generación del 68. Buena parte de los textos en los que la memoria colectiva ha ido abrevando poseen un marcado carácter testimonial (muchos de ellos incluso están narrados en primera persona); ayudan a recordar y son centrales para conjurar al olvido, pero en ellos no se agota lo que necesitamos comprender.[1] Desde otra perspectiva (la de la escritura de la historia) está claro que sobre estos hechos aún estamos empezando a escribir.
Sin embargo, y pasados unas décadas de aquella masacre, anteponer una aparato historiográfico y crítico para abordar el problema de la construcción de la memoria cuando esta se enfrenta a un Estado autoritario decidido a imponer una versión oficial de sus crímenes parece una obligación intelectual. Se ha escrito ya que en el pasado se expresan las luchas del presente y los deseos de futuro. Se ha escrito ya que la historia es una batalla que se libra siempre hoy, y por lo tanto, nunca es inmóvil ni indiscutible. Lo que me propongo es entonces discutir sobre los problemas de la construcción de la memoria histórica en un caso concreto y en el que podremos observar con cierto detalle los esfuerzos oficiales por intervenir en la memoria colectiva con una versión de los acontecimientos que se sabe de antemano falaz.
Hasta ahora el vasto caudal de textos sobre la masacre de Tlatelolco y el movimiento estudiantil está compuesto de novelas, análisis sociopolíticos y culturales, recopilaciones de fuentes y cronologías, relatos testimoniales y textos periodísticos (y por supuesto, colados entre todos ellos, la mayoría de las producciones gubernamentales que analizaremos). En este amplio caudal, no podían faltar otros textos sobre las versiones oficiales, que consideramos abren en el propio análisis de esta masacre, un camino que quiero profundizar. Entre la cantidad de formas en que las versiones de gobierno fueron reproduciéndose y haciéndose públicas, comentaremos también estos textos señeros. Uno que reprodujo algunas versiones oficiales contenidas en los archivos de las dependencias políticas de gobierno localizadas hoy en el Archivo General de la Nación (AGN), a tras luz de una lectura detallada de la información pública existente, testimonios y entrevistas particulares; y otro, que posee una perspectiva historiográfica que por vez primera cuestiona el carácter y la veracidad de las fuentes oficiales reproducidas por el periodismo nacional. El primer caso es el libro que Sergio Aguayo Quesada publicó a treinta años de la masacre: 1968. Los Archivos de la violencia. El segundo es de Carlos Montemayor, Rehacer la historia. Análisis de los nuevos documentos del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco, publicado un año después, en 1999.
El primero es un texto preocupado por analizar el carácter autoritario del Estado mexicano y sus instituciones represivas. Sus fuentes principales son la documentación oficial desclasificada a la que el autor tuvo un acceso antes de que su apertura fuera declarada; pero no son éstas siempre dominantes. Las fuentes primarias de Aguayo son contrastadas con la información testimonial o periodística, como materia prima para la construcción de una versión actualizada de aquellos años y aquella masacre. Los contrastes encontrados entre las fuentes documentales, y sobre todo entre versiones oficiales contradictorias, le dan a Aguayo la idea de que en Tlatelolco hubo sobre todo desinteligencias.[2] Sin embargo, quizá el mayor mérito del trabajo no esté en las nuevas fuentes gubernamentales, sino en la comparación de la masacre de Tlatelolco con la represión de los seguidores de Salvador Nava el 15 de septiembre de 1961 en la ciudad de San Luis Potosí, y en la historización de los mecanismos de control políticos del México de los años sesenta. El texto de Aguayo es por otro lado, una muestra de los problemas de analizar a la documentación sin algunas prevenciones, como las que ya mencionamos.
El libro de Montemayor muestra en cambio (quizás porque su materia está en las nuevas fuentes divulgadas por Julio Scherer) la necesidad de anteponer ciertas sospechas a la documentación escrita por funcionarios tras la masacre. Montemayor plantea este problema tras haber sospechado ya de las cintas difundidas por el ejército, a los que suma los documentos contenidos en el libro Parte de Guerra, de Julio Scherer y Carlos Monsiváis. Rehacer la historia plantea las primeras operaciones historiográficas a la documentación oficial difundida, muestra sus inconsistencias (no ya como desinteligencias o contradicciones internas entre miembros del gobierno) para alimentar la sospecha de que la información difundida presenta una versión que estaría buscando intencionadamente engañar.
Aguayo presenta una investigación basada en los archivos oficiales que concluye que hubo en Tlatelolco francotiradores y que estos eran empleados del Distrito Federal.[3] Montemayor en cambio, discute las inconsistencias y cuestiona la credibilidad de lo argumentado y revelado por Julio Scherer de que hubo en Tlatelolco francotiradores pero el Estado Mayor Presidencial. Al discutir la documentación y dudar de lo escrito, Montemayor abre un camino por el que Aguayo transitará en una publicación posterior, pero ya sobre documentos de DFS de la década siguiente.[4] Rehacer la historia alerta sobre un problema central de la documentación oficial, su sentido, sus objetivos. Al discutir las inconsistencias de la documentación del general García Barragán, Montemayor abre la posibilidad para pensar que “lo escrito” por un protagonista que necesita exculparse debe ser observado con más criterios que la fascinación ante lo desconocido. Hasta ahora, el uso de la documentación oficial ha obedecido al sentido que quiere darle quien la difunde, pero no habían aparecido las preguntas que nos llevarían a evaluar el valor de una fuente según el propio sentido y los objetivos de su elaboración.
Los he mencionado como referentes de un tipo de reflexiones, no como fuentes de trabajo y porque de alguna manera este trabajo busca recorrer el camino iniciado por estos textos, aunque a partir de reflexiones originadas de manera análoga en el conocimiento de las fuentes oficiales desclasificadas en el Archivo General de la Nación y que son en parte también conclusiones y experiencias del equipo histórico de la Femospp que trabajó durante los 2004 y 2006 en el AGN. Digo esto porque pese a las referencias anteriores, fue a José Sotelo Marbán, ex director del proyecto histórico de la Femospp, a quien escuché hablar de manera sistemática de las funciones de la documentación oficial falaz (y sobre la necesidad de que así fuera) de las policías y el ejército.[5]
Por otra parte, es probable que al discutir sobre el conocimiento de la masacre producido por un Estado autoritario, también acabemos discutiendo aquello que el año de 1968 simboliza, lo que también habla de la importancia del tema. Entre lo escrito sobre aquel episodio sobrevuelan dos ideas bastante aceptadas. Que este momento marca el principio del fin del autoritarismo,[6] y que aquella lucha constituye un momento paradigmático (y para muchos memorable) de la moral política nacional.[7] Es decir, el movimiento estudiantil de 1968 encierra un momento en que los antagonismos parecen claros: un movimiento democrático y pacífico contra un gobierno autoritario y represivo. Se trata de una lucha, la estudiantil, cuya legitimidad (tanto en los años que le siguieron) nadie parece discutir. De la misma manera, un acuerdo reprobatorio amplio parece cernirse sobre la resolución represiva de Tlatelolco. Resulta llamativo que este antagonismo simbólico entre un gobierno autoritario y grupos sociales disidentes, no logre cristalizarse en las décadas siguientes con la claridad que lo expresa el caso de 1968. A pesar de que el carácter autoritario y represivo del Estado aumentarán en la década siguiente hasta volverse concentracionario e instaurar la desaparición forzada y la tortura sistemática a varios miles de personas de diferentes partes del país privadas, ilegítima e ilegalmente, de su libertad en distintos destacamentos militares del país. Sin duda, es tema de una discusión apasionante el espacio simbólico que esta masacre ocupa en la memoria de los mexicanos.
Sin embargo, lo que propongo no es discutir sobre el sentido de la memoria, sino en cuanto ésta se enfrenta a un sistema autoritario para el que la impunidad es parte constitutiva de su estabilidad interna. La memoria sí, pero cuando se cruza con un aparato que construye impunidad en la forma de documentos secretos, elípticos, incluso con complejas y falaces argumentaciones exculpatorias e incriminatorias. Por ello en lugar de discutir el carácter de la memoria, propongo pensar en lo que Tlatelolco pudo haber significado para los gobiernos presidencialistas de la época y para la clase política de esos años. Pensar a 1968 a partir de imaginar las transformaciones operadas en una clase política autoritaria tras el desafío superado de controlar a un movimiento pacífico y democrático como el estudiantil, con una masacre en la mayor ciudad del país y ante los ojos de la prensa extranjera. Propongo detenerme, exploradas ya las transformaciones ciudadanas que habría acelerado aquel movimiento estudiantil, en describir las operaciones en un modelo de manipulación histórica sofisticado que buscó perpetuar a un grupo en el poder, y cuyo resultado fue un sistema político con niveles endémicos de corrupción. Quiero mostrar cómo a partir de esta masacre la información de inteligencia del Estado comenzó a ser difundida sistemáticamente y de diversas maneras: como información oficial, como información filtrada o camuflada en el caudal de reflexiones públicas y periodísticas, y siempre al servicio de una argumentación general. Este mecanismo final de la ‘operación Tlatelolco’ (sobre la verdad histórica y la memoria) no es otra cosa que una operación de propaganda sofisticada desarrollada en circunstancias particulares.[8] Quiero entonces, discutir mediante el análisis de textos de este Estado autoritario a partir de 1968 y la clasificación de las versiones exculpatorias aparecidas diferentes textos y momentos posteriores a la masacre. Propongo pensar también que este episodio marca el momento en que los mecanismos de control políticos en México desarrollados en el régimen de partido único hasta ese momento, darán un salto de proporciones al iniciar un rápido proceso de sofisticación, al reproducirse, para constituir una segunda generación de mecanismos de control político mexicanos.[9]
Aunque el proyecto es bastante específico en sus lecturas y propósitos, parece necesario mencionar el horizonte regional que enmarca este análisis, que es el de las experiencias autoritarias latinoamericanas. Tanto en lo que en el caso mexicano se asemeja a lo acontecido en otros países de la región: la utilización de las fuerzas armadas en una guerra de exterminio contra población de izquierda disidente, que incluiría prácticas terroristas de Estado, desapariciones forzadas y campos de concentración. Como en lo que parece disociarse de aquellas experiencias: la ausencia de una dictadura militar, o de un autoritarismo sin maquillaje. Es decir, las circunstancias particulares de México cuya continuidad autoritaria hizo posible un largo, complejo e institucional sistema de intervención oficial en la memoria histórica, que es lo que nos abocaremos a describir en el caso de la masacre de Tlatelolco. A su vez, desde la misma experiencia latinoamericana este trabajo responde a la constante ampliación del conocimiento social de las características del poder y las lógicas de los regímenes autoritarios.

Hipótesis de trabajo
Que el Estado nacional (a través de la acción de numerosos funcionarios gubernamentales de varios gobiernos) produjo varias versiones oficiales en un intento aceitado y decidido de manipular los hechos y el sentido de la masacre de Tlatelolco, con el fin de exculpar (a personas e instituciones de gobierno) de su responsabilidad legal, para legitimar el uso de la fuerza del Estado en la lucha política y destruir a adversarios.
Que es posible dar cuenta de este amplio proceso de manipulación que incluye destrucción de información pública referente al 2 de octubre; así como la elaboración de documentos literarios anónimos, documentales “periodísticos”, informes gubernamentales y de prensa falsos o falaces escritos con los recursos del Estado.
Que la memoria histórica agrupada entorno a lo sucedido el 2 de octubre se encuentra cruzada por el relato testimonial como por los documentos oficiales publicados con objetivos exculpatorios. Que cuando el relato testimonial y documento oficial han sido mixturados en un intento por construir algún tipo de versión total de lo acontecido el 2 de octubre, su resultado ha sido decepcionante y que es bastante evidente que el problema de la mezcla es la ausencia de un aparato crítico, de algunos principios metodológicos. Que el caso de 1968 necesita de preguntas historiográficas.
Que trabajar en las características y en la comprensión de los documentos oficiales de cualquier tipo, pero especialmente los elaborados en el marco de la represión, producirá un buen número de preguntas útiles para entender la historia latinoamericana de los últimos años, pródiga en aparatos de inteligencia y espionaje gubernamental y en documentos de las policías y los ejércitos que han comenzado a volverse públicos y deberemos estudiar.
Que al utilizar y difundir la documentación oficial sin una reflexión sobre su carga ideológica o sus argumentos e información muchas veces intencionadamente falaz, estos documentos cumplen con su segundo cometido histórico, exculpar a quienes los mandaron a escribir. Que analizar documentación oficial sin un aparato crítico ha producido numerosas confusiones en decenas de argumentaciones, análisis y documentos parcialmente testimoniales.

Programa y unidades de Trabajo
Antes de la masacre. Los conflictos políticos de los que 1968 es también resultado. Descripción del aparato de control político existente hacia finales del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz. Elementos políticos internacionales de la época. Organizaciones y fuerzas políticas existentes. Recuento de lo acontecido entre julio y octubre. Características del movimiento estudiantil. ¿Cómo habían sido otras masacres?
Primera versión. El aparato de espionaje e inteligencia nacional. Características documentación oficial. Propuestas metodológicas y análisis de las fuentes y la documentación oficial. Qué ocurrió el 2 de octubre según los agentes de inteligencia que estuvieron esa tarde en Tlatelolco.
Segunda versión. Variantes entre la información de inteligencia generada y el primer relato oficial para el público. El diálogo entre el gobierno y la prensa nacional. Análisis de documentos escritos encima de la información escrita por los agentes que estuvieron allí. Funciones de la declaración del reo: las confesiones estudiantiles. Primeras contradicciones oficiales. La televisión.
Tercera versión: La tesis gubernamental: la conjura comunista. Una versión para la clase política y de gobierno; y otra para la base social estudiantil. La escritura de gobierno: La trampa de Tlatelolco. (Síntesis de una felonía contra México) de Manuel Urrutia Castro y ¡El móndrigo! de la de DFS de Fernando Gutiérrez Barrios.
Cuarta versión. El análisis de la documentación oficial. Los archivos comienzan a ser analizados. Sergio Aguayo, el primero en conocer los archivos políticos del pasado. Los francotiradores serían empleados del Distrito Federal. Un ejemplo interpretación de las fuentes oficiales. De las discusiones falsas a la documentología. La escritura de gobierno en el collage periodístico: los documentos del general Marcelino García Barragán divulgados por Julio Scherer. Los francotiradores serían del Estado Mayor Presidencial.. Inconsistencias.
Quinta versión. La versión jurídica de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp). Tesis centrales acerca de la guerra sucia. Una nueva posición pública de gobierno. La inculpación del ex presidente Luis Echeverría Álvarez. Masacre, genocidio y crímenes de lesa humanidad. El informe histórico de la Femospp. La exculpación al ejército.


Fuentes primarias
· Archivos hemerográficos, especialmente algunas publicaciones de octubre y noviembre de 1968.
· Apuntes de Tlatelolco, documento interno de la secretaría de gobernación, México, s/f.
· Urrutia Castro, Manuel, La trampa de Tlatelolco. (Síntesis de una felonía contra México), México, 1969.
· Anónimo; ¡El móndrigo!, Alba Roja, México, México, s/f.
· Aguayo Quezada, Sergio, 1968: los archivos de la violencia; México, Grijalbo, Reforma, 1998.
· Scherer García, Julio y Carlos Monsiváis, Parte de guerra: Tlaltelolco 1968: documentos del general Marcelino García Barragán: los hechos y la historia; Nuevo Siglo, Aguilar, México, 1999.
· Montemayor, Carlos, Rehacer la historia, análisis de los nuevos documentos del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco, Planeta, México, 2000.
· Informe de la Comisión de Esclarecimiento Histórico de la Femospp, Qué no vuelva a suceder.

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